Existe cierta controversia
sobre si las llamadas artes marciales conservan actualmente su valía como
verdaderos métodos de lucha cuerpo a cuerpo o han perdido su exencia como
instrumentos de autoprotección o consecuencia de la creciente exaltación de su
vertiente deportiva y competitiva. Las artes
marciales (tradicionales) hoy en día son sistemas complejos que, en distintas dosis, integran
elementos de naturaleza muy diversa como preparación física, cultura, historia
y filosofía, esoterismo y deporte (con todas las funciones que le son propias:
educativa, higiénica, narcisista, asociativa, recreativa, hedónica…). Pero
basta con analizar brevemente la forma de sus movimientos técnicos para
corroborar que nos encontramos ante una amalgama de acciones (bloqueos, golpes,
agarres, palancas, volteos, estrangulamientos…) susceptibles de ser empleadas
ante posibles adversarios.
Desde mi punto de vista, hemos de considerar las
técnicas sólo como unos instrumentos de los que con cierto grado de especialización
puede valerse una persona en su necesidad de repeler una agresión e infligir un
daño al contrario a fin de salvaguardar su propia integridad. Aunque estos
entramados técnicos por si mismos no son determinantes para asegurar su utilidad
como medio de autodefensa, en mi opinión, no debemos albergar dudas respecto a
las artes marciales como útiles procedimientos de defensa personal ya que sus
virtudes en este sentido han sido sobradamente probadas en el tiempo. La
eficiencia de cada una de estas disciplinas viene determinada no por el propio
sistema, sino por el enfoque que imprime a sus entrenamientos en maestro
enfatizando una u otra faceta de las antes señaladas y, principalmente, por
nuestra capacidad personal en el uso de estos instrumentos, estas habilidades y
destrezas motrices, para dar respuesta a las siguientes cuestiones:
- ¿QUÉ ENTRENAMOS? Individualmente hay que analizar la importancia que en nuestras rutinas
tiene cada uno de los elementos que integran la disciplina objeto de práctica. Observaremos
si el tiempo lo dedico a: meditación, preparación física y endurecimiento,
práctica de combate deportivo, aprendizaje y mejoramiento del kata, combate en
el suelo y en diferentes situaciones no transferibles al ámbito deportivo…
Además del compendio técnico de nuestro arte marcial, la defensa personal
requiere del estudio y práctica de situaciones ambientales y psicológicas
específicas que quedan al margen de estas disciplinas.
-¿CÓMO ENTRENAMOS? Aquí deberíamos reflexionar sobre los aspectos cualitativos de nuestro
entrenamiento: intensidad, dureza, nivel de veracidad, vivencia… además de
tener en cuenta principios generales del entrenamiento, como continuidad,
progresividad, alternancia, especificidad…
-¿PARA QUÉ ENTRENAMOS? Este apartado respondería a la motivación con la que acudimos a los
entrenos; si es de carácter profesional, por mantenimiento físico,
establecimiento de relaciones sociales, de ocupación del tiempo de ocio…
-¿CUÁNTO ENTRENAMOS? La última cuestión que planteo es de fácil respuesta; cuánto tiempo dedico
a entrenar aspectos estrictamente vinculados con la defensa personal o
realmente aplicables en el combate cuerpo a cuerpo.
En conclusión, la relación de estos factores, a los que sumariamos otros de perfil emocional propios de cada persona, es la que determinará principalmente nuestro grado de preparación en el campo de la autodefensa, con independencia del nombre del arte marcial que practiquemos.