La llegada de julio marca el comienzo del periodo vacacional y son muchos los socios de nuestro Club que eligen abrir un paréntesis en su rutina de entrenamientos para dedicar su tiempo al descanso. Algunos deciden continuar con lo que venían haciendo habitualmente y otros, la mayoría, optan por modificar su entrenamiento común, para reemplazarlo por otro tipo de actividades físico-deportivas acordes a las condiciones climatológicas de la estación veraniega. En nuestra opinión, cualquiera de las dos últimas opciones y, mejor aún, la combinación de ambas, es lo adecuado. El descanso físico y psicológico es una necesidad y, en consecuencia, forma parte de una planificación adecuada del entrenamiento deportivo, pero para que sea realmente provechoso debe tener en cuenta algunos aspectos que lo sitúen en lo que llamamos “ocio activo” ya que interrumpir el entrenamiento durante un largo periodo tiene como consecuencia: 1) la pérdida de los efectos fisiológicos beneficiosos que sobre nuestro organismo ha producido una práctica continuada y sistemática; 2) malograr la forma técnica alcanzada sufriendo una regresión en la “performance”; y 3) alterar, con riesgo de perder, un hábito de actividad física regular que es imprescindible en el sostenimiento de un estilo de vida saludable.
Como respuesta a esta necesidad, desde hace años en el
Club Shotokan de Ciudad Real elaboramos una serie de propuestas que
consideramos adecuadas a este contexto y que pretendemos que sean lo
suficientemente sugerentes y atractivas para suscitar el interés de los alumnos
y prolongar su periodo de ejercitación con el aprendizaje de contenidos
alternativos, novedosos y, a la vez, complementarios en su formación.
Desde esta premisa programamos y
desarrollamos entrenamiento dirigidos a iniciarse en el manejo de las armas
tradicionales. Las elegidas en esta ocasión han sido el bokken y el nunchaku.
La primera es una réplica de madera del tradicional sable japonés conocido como
katana que utilizaban los míticos guerreros samurai.
En la actual coyuntura económica en que
nos encontramos, nos pareció prudente que los alumnos se construyeran el suyo
propio. Y, con la ayuda de una hoja guía y la oportuna colaboración de los
padres y algún que otro abuelo ducho en el bricolaje, el resultado fue que los
chavales acudieron a clase equipados con un bokken de fabricación casera y como
la mayoría de ellos ya contaban con nunchaku de anteriores ocasiones, la
dotación de estos instrumentos fue con un coste mínimo.
Tanto con
el bokken como con el nunchaku, los niños se han entregado con mucha
ilusión a su manejo durante las sesiones de entrenamiento: guardias, defensas y
ataques, ejercicios de golpeo y control y diversos ejercicios de defensa y
contraataque tuvieron la virtud de romper con la rutina de los meses
precedentes y despertar su interés
Por su parte, los mayores abandonaron el
rigor de las formas del Budo tradicional, los katas y el Kumite para, de una manera más distendida, divertirse dedicando su tiempo de entrenamiento de
situaciones propias de la defensa personal. De una parte, repaso de los ukemi y
realización de los mismos desde posiciones de partida poco convencionales, para
después analizar y practicar la autodefensa en el suelo “ne waza”, con el
agresor de pie, tumbado a nuestro lado o encima de nosotros. Se trata de
reproducir tesituras en las que nos podemos encontrar durante la lucha,
experimentar los posibles modos de resolución y buscar el que mejor funciona y
se adapta a cada uno de nosotros.
Por otra parte, se abordó el trabajo contra ataques
con cuchillo “tanto dori” con un
estudio exhaustivo de las formas de
ataque más frecuentes, desde amenazas e intimidaciones a diversas trayectorias
de estocadas. El objetivo ha sido desarrollar una actitud defensiva y procedimental
adecuada. Aquí no vale la simple imitación de modelos técnicos sino la
utilización coherente de los recursos de los que disponemos adecuándolos a nuestras propias características, las de
nuestro agresor y las del entorno.