Después
del periodo vacacional veraniego, en muchos casos excesivo, es imperativo
recuperar la forma física como paso previo a retomar las rutinas de los
entrenamientos y antes de poner el énfasis en los aspectos cualitativos de los
gestos. Esto debe ser así porque la condición física es la base sobre la que se
sustentan unas buenas prestaciones tanto en los aspectos técnico como táctico.
Pero, además, una adecuada condición física trasciende a la simple capacidad de
mejorar nuestro rendimiento deportivo.
Un
buen estado de forma física confiere a su portador “un estado dinámico de energía y
vitalidad que le permite llevar a cabo
las tareas habituales de la vida cotidiana de manera óptima y sin una fatiga
excesiva, a la vez que le predisponen
a disfrutar del tiempo de ocio de una
manera activa. Esto es muy importante cuando la inmensa mayoría de los
practicantes no tiene entre sus pretensiones el alto rendimiento, sino más bien
realizar una actividad físico-deportiva que le reporte alcanzar un estado de
salud y bienestar personal satisfactorio.
Como sabemos, la
condición física está determinada por
elementos de tipo anatómico, fisiológico y nervioso y motores. Cada una
de nuestras habilidades y destrezas motrices está supeditada en mayor o menor grado por estos elementos de los que depende la realización
de un trabajo con la mayor eficacia y el menor esfuerzo
posible. Es en el ámbito motor donde
focalizamos nuestra intervención con el propósito de recuperar, mantener y/o mejorar la forma física a través de
ejercicios que inciden en el desarrollo de las cualidades físicas básicas, es
decir: resistencia, fuerza, velocidad y flexibilidad.
Es frecuente que los
deportistas busquen la mejora de estas cualidades mediante la realización de
carrera continua, o trabajo con pesas, por ejemplo. Eso está muy bien, pero yo
me inclino más por un plan de trabajo fundamentado en practicar movimientos,
gestos y acciones específicas directamente transferibles al campo técnico,
pero ejecutados de forma que repercutan de forma notoria en el progreso de nuestras capacidades, Nos
fijaremos como meta un trabajo de intensidad
baja o moderada y, a la vez, continuo, sin altibajos y progresivo.
Nuestra meta no es recuperar la forma física en el menor plazo posible, sino
hacerlo de una forma razonable, sana y
amena.
En las clases colectivas
para adultos predomina la heterogeneidad: edades diversas, distintos puntos de
partida, diferentes niveles de exigencia, antecedentes variados, objetivos
dispares… En mi opinión, y desde mi experiencia, debe ser el propio individuo
el responsable de autorregularse y dosificar su esfuerzo ajustándolo a la
percepción de su repuesta orgánica en cada momento. En lenguaje sencillo, debe
ir valorando las sensaciones que el trabajo provoca en su cuerpo intensificando
o disminuyendo la carga de trabajo y su frecuencia para que sea ajustada. A los
entrenadores nos corresponde la supervisión y el consejo. La continuidad hará
el resto.