jueves, 6 de mayo de 2010

Ruta de Valtriguero

Pasaban las diez de la mañana del domingo, 11 de abril, cuando tomamos la N-430 o, como decimos por aquí, la carretera de Badajoz, con destino al Valle del Arroyo Valtriguero, en Puebla de Don Rodrigo, localidad ciudadrealeña situada en la histórica comarca de los Montes de Toledo, en el límite con Extremadura. Poco después de dejar el pueblo, nos apartamos a la derecha por un carreterín que unos kilómetros más tarde se convierte en pista forestal para recorrer una dehesa poblada de prado y encinas que dan cobijo por igual a rebaños de ovejas y manadas de vacas.


Después de transitar algún kilómetro por esta pista, alcanzamos el punto de inicio de una ruta que se adentra en el "Valle de Valtriguero" y en el "Barranco de Las Galalleras" flanqueados a ambos lados por sierras formadas por pizarra y cuarcita cuyas laderas se nos presentan preñadas de encinas, alcornoques y quejigos.



Nos ponemos en fila para transitar por una estrecha senda que, tapizada por un grueso manto de hojarasca, transcurre en su mayor parte paralela al Arroyo Valtriguero, en cuya ribera observamos antiguos fresnos cubiertos de ese liquen que los lugareños conocen como "barba de viejo", y una multitud de troncos de caducos robles que abatidos por los años se descomponen carcomidos.



Nuestro sendero continua serpenteante adentrándose en un paisaje que se diría más propio de la cordillera Cantábrica, tal es la frondosidad de una vegetación de bosque mediterráneo a la par perenne y caducifolio, brezo blanco y prometedores brotes de helechos. Merced a las lluvias de este invierno, el arroyo, de aguas limpias y cantarinas, que invitan al baño, corre pizpireto entre barrancos en busca de su hermano mayor, el Guadiana.



Conforme avanzamos, nuestra angosta vereda se empina y discurre entre pequeños robles, quejigos y madroños, para, un buen tramo después, volver a descender junto a la orilla del arroyo que hemos de vadear para contemplar la "Cascada de Valtriguero" que, entre estratos de cuarcita, se derrama sobre un rosario de pozas de reflejos azulados.

Una vez hemos ascendido este alto, continuamos nuestra ruta por el Hoyón de Valtriguero, y escoltados por un plantío de brezo rojo y cantueso que deleitan los sentidos, alcanzamos la Garganta de los Membrillos, donde podemos contemplar un bosquecillo de viejos robles entre los que destaca la silueta uno que hace siglos ya era centenario.


Volviendo sobre nuestros pasos, por un suelo tapizado de césped y magarza, retornamos hasta la zona de pozas que ha de servirnos de lugar de descanso y donde dar cuenta de unos bocadillos que se nos antoja ser los manjares más sabrosos.


Pasadas las cuatro de la tarde, repuestas las fuerzas y reavivado el ánimo, desandamos lo andado y de regreso dejamos a la derecha garganta de la "Madera", cuyo arroyuelo se une al de "Valtriguero" y, mientras recorremos el barranco de las Galalleras, volvemos a admirar, ahora a nuestra izquierda, una pared rocosa y farallón que sirve de atalaya a las rapaces que nos sobrevuelan sin perturbar a los abundantes abejarucos de vivos colores.


Caminando junto al cauce del arroyo, cuyas aguas en algunos tramos se tornan mansas, pienso en lo afortunados que somos al poder gozar de este espléndido ecosistema natural en Castilla-La Mancha, y la obligación que tenemos de cuidar y legar esta rica biodiversidad a las generaciones venideras.