lunes, 20 de enero de 2014

Ruta Peralvillo-Pantano de Gasset-Peralvillo

Se acercaba el día 19, para el que habíamos programado la realización de una ruta senderista, y el pronóstico del tiempo no era nada halagüeño. Prestaba atención a la información meteorológica de un informativo de televisión y predecía frío y posibilidad de lluvia. Como no me convencía este pronóstico, cambio de canal y la meteoróloga de turno anuncia más frío y posibilidad de nieve. Y yo, sin resignarme a estos malos augurios, recurro a Internet, no ya a una página, si no a varias, para acabar acumulando predicciones a cuál más pesimista. Con estos auspicios comenzamos a llamarnos por teléfono – ¡Oye! ¡Qué para mañana anuncian mucho frio y posibilidad de nieve! ¿Qué qué hacemos?  Y como los manchegos somos gente recia y echados “palante” – No suspendemos. Todo sigue según lo programado. Y así, con estos antecedentes, acudimos pertrechados de ropa de abrigo y chubasquero, al lugar de encuentro y, tras breve espera, nos dirigimos hasta la cercana localidad de Peralvillo donde dimos comienzo a nuestra caminata.

Al pasar por el puente que atraviesa el embalse del Vicario desde esta pedanía de Miguelturra, y durante los primeros kilómetros de recorrido paralelo a la orilla del humedal formado por la confluencia de los ríos Guadiana y su afluente Bañuelos, contemplamos gran cantidad de aves acuáticas que pasan el invierno en este paraje: ánades reales, cormoranes, garcetas, gaviotas risueñas, garzas comunes y sus parientes las garzas reales, somormujos, fochas, andarríos, etc.

Al llegar al Congosto, abandonamos el río y tomando el camino de la izquierda  iniciamos la ascensión de una empinada cuesta que transcurre ahora por entre jaras, romero y chaparros hasta alcanzar el collado desde el podemos contemplar a nuestra izquierda una dehesa en la que varias cigüeñas se dedican a dar cuenta de las bellotas que encuentran. Desde aquí, conectamos con la Cañada Real Soriana Oriental (una de las Cañadas de la Mesta, de unos 800 km de longitud que partiendo de la provincia de Soria atraviesa las tierras castellanas y llega a la de Sevilla. Había transcurrido poco más de media hora desde que iniciáramos la ruta cuando, cumpliéndose todos los vaticinios, comienza a llover, y lo hace de forma tibia, pero persistente, vamos el típico “calabobos”, que acompañado por suaves ráfagas de viento te pone como una sopa a poco que te descuides.

Nos ajustamos los chubasqueros y gorros para continuar nuestro itinerario a través de un monte poblado de encinas, chaparros y cornicabras, entremezcladas con jaras, lentiscos, jaguarzos y alguna que otra madroñera. De este modo, cuando llevamos hora y media de caminata, llegamos hasta el Pantano de Gasset, cuya lámina de agua se extiende hasta la lejanía reflejando en su superficie la inmensidad de un cielo gris y plomizo, sigue lloviendo. Buscamos refugio en el bar-mesón “El Gaga”, donde aprovechamos para descansar al cobijo de la chimenea mientras tomamos un café calentito.  

La pausa es breve porque no interesa que se enfríen las piernas y se resistan a reanudar el camino que a partir de este momento nos ha de llevar de regreso al punto de partida.
  
Nuestros pasos van en busca del río Bañuelos, por cuya orilla, salpicada de de cañizo y más delante de retama, realizaremos la mayor parte del camino de vuelta.


Hemos llegado al Congosto, un hermoso paraje en el que merece la pena detenerse para recrearse en verde césped de su ribera de césped y contemplar los cercanos nidos de las cigüeñas sobre los altos arboles que pueblan las vecinas islas, el planear armonioso de algún aguilucho lagunero o el vuelo despreocupado de alguna garza real  que se aleja de nosotros.

Un último esfuerzo y estamos de regreso a Peralvillo, cruzamos la carretera N-401 que une Ciudad Real con Toledo, y en El Campestre tomamos una cervezas y unas tapas tortilla española y migas con la satisfacción de haber disfrutado de una hermosa ruta en un feo día.